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@anaprieto

Los peligros de ganar libros vía Twitter

Si Dante Alighieri se hubiese ganado cuatro libros de la editorial estadounidense Verso Books por contestar una pregunta vía Twitter, sin duda habría ilustrado uno de los círculos del infierno con el “Centro Postal Internacional” de Correo Argentino. La desangelada estructura gris ocupa una manzana sobre avenida Antártida Argentina y el día en que fui a buscar mi paquete tras haber recibido un aviso bajo la puerta, ignoraba cuál era su contenido porque a los cuatro libros los había ganado hacía once meses y ya me había olvidado por completo del asunto.

Cualquiera que haya ido a retirar un envío sabe que el lugar es una trampa. Tras permanecer una hora en la cola uno decide quedarse otra hora porque ya invirtió una hora y así es como de pronto se hacen las seis de la tarde. Además, en medio de esas hileras humanas que se ensortijan sobre sí mismas se propagan fábulas a la manera de “La autopista del sur” de Julio Cortázar. De hecho, por hacerle caso a un rumor le pedí a un chico que guardara mi lugar y crucé dos avenidas y tres islas de colectivos hasta el locutorio que hay dentro de la estación de Retiro para imprimir un papel que finalmente no necesitaba. Más tarde tuve que rogarle a una amiga que trabaja cerca que me hiciera el incordioso favor de imprimir y traerme dos papeles que sí necesitaba y que más tarde resultaron insuficientes, por lo que tuve que cruzar una vez más a Retiro. Como es de rigor, en algún momento “se cayó el sistema”. Una mujer se puso a gritar; la ayudaron a salir entre dos y la tranquilizaron en la vereda.

Me encontré con mi envío a las 6:15 pm. Estaba tan ansiosa por ver su contenido que no me hubiera importado que estuviese repleto de ántrax. Eran los cuatro libros que me había ganado vía Twitter y que, según el sello postal, habían tocado suelo argentino hacía diez meses y diez días. Agradecí a todos los señores detrás del mostrador como si lo merecieran, y me di cuenta de que es exactamente así como la infernal dinámica administrativa del Centro Postal Internacional no cambiará jamás: porque cuando nos entregan nuestros paquetes los abrazamos, celebramos y nos olvidamos de esa tarde de espanto. Y porque, cuando salía triunfante, me alegró que mis compañeros de autopista me despidieran con un aplauso.

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